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Escapando del Alcatraz de las opiniones

Actualizado: 25 ene

Conferencia “Escapando del Alcatraz de las opiniones” dictada por Harold Kurt, Allkamari Boutique Eco - Resort, 2018, noviembre, La Paz.

«En verdad, no es la menor de las tareas del lógico indicar las trampas que pone el lenguaje en el camino del pensador».
Gottlob Frege

Vamos a estudiar un tema relacionado con la diferencia entre las opiniones y el conocimiento. Nos será útil en los estudios que queramos realizar ahora que abunda la información y las interpretaciones en diferentes materias. En Internet encontramos vídeos, artículos, foros, y todo tipo de archivos aglomerados en una marea de datos donde literalmente se debe aprender a navegar, y el que no lo consigue inevitablemente naufraga.

Si uno busca información se encontrará con variadas interpretaciones, algunas serán meras especulaciones u opiniones sin fundamento. Otras, en cambio, serán el resultado de investigaciones serias que aportarán un verdadero conocimiento. Intentaré exponer de forma clara y sencilla algunos conceptos que nos ayudarán a distinguirlos.

Seguramente recuerdan, aquella famosa alegoría de la caverna de Platón donde se contaba que prisioneros encadenados desde su nacimiento veían sombras proyectadas en una pared y creían que aquellas eran la realidad del mundo donde vivían. Para ellos las sombras eran seres reales que se movían sobre esa pared. En el relato se pregunta el filósofo ¿Qué pasaría si un prisionero fuera liberado y sacado de la caverna? Seguramente quedaría asombrado ante la evidencia que el mundo real no era ese mundo de sombras. Por un tiempo quedaría enceguecido por la luz del sol y luego vería valles, ríos y se daría cuenta de que el movimiento del sol produce las estaciones y entendería el mundo de otra manera. Luego se plantea la posibilidad de que el prisionero retorne a la caverna e intente liberar a los otros.

Sócrates afirma en el relato que seguramente los otros prisioneros no le creerían, pensarían que el que escapó quedó perturbado por salir de la caverna. Incluso lo matarían si pudieran, porque se encuentran cómodos en ese engaño y no querrían que alguien los libere.

Así Platón va enseñando en forma de alegoría la diferencia entre un supuesto conocimiento oscuro, parcial y falso, del verdadero conocimiento cuya luz incluso puede llegar a enceguecer al principio; pero luego las cosas se van tornando cada vez más claras y precisas. Podríamos hacer una analogía con el momento actual. Reemplacen la pared de sombras de la caverna con el uso que se hace de la pantalla del celular o del televisor y con seguridad encontraremos muchas similitudes.

Platón en esta alegoría hace dos distinciones: la de aquellos que mantenían una creencia sobre la realidad, pero “no sabían”, es decir, no tenían el conocimiento que había una hoguera detrás de ellos y que proyectaba sombras de los objetos, porque sencillamente no se cuestionaban, no investigaban, creían de forma pasiva y aceptaban lo que les decían sus sentidos, llamémosles registros. Está claro que ellos estaban conformes sobre lo que les decían sus registros, pero no se daban cuenta sobre la interpretación que estaban dando a esos registros.

Ejemplificaré este asunto de las creencias haciendo una pequeña digresión. Supongamos que hace milenios los habitantes de un pueblo primitivo veían la erupción de un volcán, o sea, recibían una información por medio de los sentidos, pero esa información era interpretada y decían: “es la furia de un dios”. Luego veían descender un magma luminoso y brillante de color rojo y replicaban: “es la sangre de la tierra”. De pronto aquella lava devoraba todo a su paso y los habitantes del pueblo primitivo decían que era un castigo. Muy bien, este pueblo lo interpretaba de esa manera, según sus tradiciones, sus creencias.

Pero otro pueblo más alejado, en otra región, que también veía la actividad volcánica, decía algo distinto: que era una señal, que los dioses aceptaron complacientes los sacrificios que realizaron, que era un buen augurio, etc. Ustedes que piensan, ¿que lo que están diciendo ambos pueblos es conocimiento? No, por supuesto, es una interpretación. Es una creencia basada en tradiciones. Aunque eso no significa que los relatos antiguos, que estaban interpretados en base a mitos o leyendas, no digan algo real o verificable. Como los monstruos que habitaban en ciertos mares y que bien podían representar los peligros a los que los navegantes tendrían que enfrentar.

Milenios más tarde, personas sin esas creencias y posiblemente sin esas tradiciones, se acercarán al volcán con unos instrumentos y comenzarán a investigar. Harán mediciones, pruebas de laboratorio y dirán que lo que sale de los volcanes es en realidad roca fundida y que en el interior de la Tierra hay un núcleo de hierro que hierve a más de 6700 °C. ¿Eso es conocimiento? Podemos admitir que es un conocimiento científico acerca del volcán porque la ciencia se basa en experimentación y sus teorías pueden ser verificables. Pero también tenemos otro tipo de conocimiento.

Con las matemáticas se puede adquirir un conocimiento previo a la experimentación. Pitágoras, por ejemplo, adquiere un conocimiento por medios intelectivos. Deduce que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos. Lo llamamos conocimiento porque, tanto aquí como en Mongolia, el teorema de Pitágoras es demostrable, es universal. Entonces, comprendemos que existen dos tipos de conocimiento: uno empírico y el otro racional.

Pero volvamos a Platón. Las creencias de aquellos que vivían encadenados en las sombras estaban sustentadas en lo que ellos imaginaban, es decir, el sustento de dichas creencias era la imaginación. Los prisioneros intercambian entre ellos, comentan sobre lo que ven, dicen incluso que el mundo es de esa manera, como lo ven y escuchan, pero ninguno se pregunta sobre el origen de las sombras que están viendo. Nadie duda de sus registros, prefieren intercambiar entre ellos y hacer teorías sobre el universo formado por esas sombras. Creen ellos que lo que dicen es debido a su conocimiento, pero no, debemos admitir que no es conocimiento, son creencias.

Platón dice que aquellos prisioneros solo tenían una Doxa (δόξα), una opinión. Doxa es un término utilizado por Platón para designar las opiniones. En la República, donde también figura el relato de la caverna, Platón escribe lo siguiente en un diálogo entre Sócrates y Glaucón (506b-506d):

—…Pero tú. Sócrates, ¿qué dices que es el bien? ¿Ciencia, placer o alguna otra cosa?

—¡Hombre! Ya veo bien claro que no te contentarás con lo que opinen otros acerca de eso.

—Es que no me parece correcto, Sócrates, que haya que atenerse a las opiniones de otros y no a las de uno. Tras haberse ocupado tanto tiempo de esas cosas.

—Pero ¿es que acaso te parece correcto decir acerca de ellas, como si se supiese, algo que no se sabe?

—Como si se supiera, de ningún modo, pero si como quien está dispuesto a exponer, como su pensamiento, aquello que piensa.

—Pues bien — dije—. ¿No percibes que las opiniones sin ciencia son todas lamentables? En el mejor de los casos, ciegas. ¿O te parece que los ciegos que hacen correctamente su camino se diferencian en algo de los que tienen opiniones verdaderas sin inteligencia?

— En nada.

—¿Quieres acaso contemplar cosas lamentables, ciegas y tortuosas en lugar de oírlas de otros claras y bellas?

Los presocráticos ya empleaban el término doxa y en su forma plural (dóxai-opiniones), las utilizaban para diferenciar las conversaciones superfluas y sin fundamento de las que podían aportar conocimiento. Parménides decía que la verdad es única, mientras que las opiniones de los hombres son variadas.

Recordando la alegoría de la caverna, el prisionero que sale y puede ver el sol, adquiere el conocimiento que los griegos denominan episteme. El prisionero puede ver la hoguera detrás de ellos, sabe que lo que ven son sólo sombras y lo que dicen sobre su mundo son opiniones. Experimenta la enorme diferencia de pensar, conocer, a diferencia de creer en que las cosas son de algún modo.

Las opiniones de todas maneras no son completa ignorancia, son como el intermedio entre la ignorancia y el conocimiento. Parménides indica también que las opiniones tienen una realidad ontológica, en el sentido que se dicen, se manifiestan, pero no se piensan.

Veamos los dos argumentos antagonistas que han tomado forma a lo largo de la historia de la filosofía: la (doxa) opinión y la (episteme) conocimiento. Las opiniones engloban todas aquellas creencias que poseemos sobre las cosas y respecto a las cuales rara vez reflexionamos y pensamos; además, se ajustan a nuestras necesidades, gustos y preferencias personales. Etimológicamente, como ya mencionamos, doxa significa opinión, pero esta interesante palabra también da origen a otras. Cuando una opinión está en acuerdo con prácticas o doctrinas generalizadas, se dice que es ortodoxa, del griego ὀρθόδοξια. Si la opinión contradice dogmas y doctrinas generalmente aceptadas, se dice que es heterodoxa, del griego ἑτερόδοξος. Las opiniones que presentan un sentido contradictorio, aparentan una verdad y, al mismo tiempo, contienen elementos falsos, ilógicos o irracionales, se denominan paradojas (παράδοξα).

Añadiré algunas etimologías y explicaré las anteriores. Estudiar las etimologías es intencional y ya verán su utilidad más adelante, además, para algunos les puede resultar interesante. El significado de los prefijos a los que me refería es el siguiente: héteros (diferente), orthós (recto) y para (junto a). La etimología ya nos está descubriendo el sentido de cada palabra. En griego antiguo la palabra (δοκέω) (dokéō) de la que deriva doxa, significaba “parecer”, “suponer”. Se forma de la raíz “dok” y con esta raíz se forman otras palabras muy interesantes creadas por los latinos como docente (decente) y doctum, referidas a enseñar, instruir. También deriva “dócil” que significa aprender fácilmente. Recordemos que la palabra educar viene del latín educere= Ex ducere, “ex” de salir, sacar y “ducere” de conducir. O sea, conducir hacia otro lado, sacar a otro lado. Educar tiene el sentido de sacar las potencialidades de alguien, conducir a alguien, sacar lo mejor de cada uno. Ese sería el verdadero sentido de enseñar y no como ahora suele interpretarse el de llenarle conocimientos a alguien o adoctrinarlo.

Ahora veremos una palabra que tiene que ver con las creencias religiosas: el dogma, que tiene parentesco con doxa, viene del verbo dokein (parecer-opinar). Es interesante que el sentido de dogma también se refiera a lo que parece ser, pero no a lo que realmente es. Antiguamente dogma también significaba opinión, pero posteriormente se entendió como una opinión impuesta, un decreto, que por creencias y costumbres sociales es aceptado. El dogma no solo tiene un sentido religioso, sino también aparece en otras ramas del quehacer humano, como la política. Lamentablemente el dogma puede convertirse en dogmatismo, un fundamentalismo que implica convicciones totalitarias. El dogmático afirma y sostiene tal o cual ideología sin haber comprobado o investigado si lo que habla tiene fundamentos sólidos, simplemente lo defiende por credulidad y por fe.

Al contrario, el conocimiento se forma luego de una investigación, experimentación y comprobación lógica y evidente, en definitiva, es algo pensado, reflexionado. Todo pensar parte de la duda y las respuestas que encontremos probablemente no se acomoden a nuestros gustos o intereses personales, lo que afectará nuestro modo de ver el mundo y por tanto modificará nuestra conducta y nuestras acciones. Por eso se dice que filosofar es un estilo de vida que puede transformarnos.

Veamos el otro término referente al conocimiento, Episteme. Su etimología es muy interesante. La palabra έπιστήμη viene del verbo epistasthai formada del prefijo επι (epi = sobre, encima de) y ίσταμαι (histamai = poner en pie), έπιστήμη vendría a significar “pararse sobre”. Nosotros lo entendemos como subir de nivel, ponerse sobre las opiniones, preguntarse sobre ellas. Como bien lo diría Ortega y Gasset: «Conocimiento es aquel hacer del hombre que empieza con hacerse una pregunta esencial del tipo, ¿qué es tal o cual cosa?».

Conocer es algo activo que modifica nuestra conducta. Se cometen muchos errores por ignorancia y si bien no es posible realizar acciones perfectas en el mundo, aprender y conocer sobre muchas cosas nos permitirá tener una vida más consciente y con más sentido. No sé si ahora se percatan que lo que generalmente se entiende por filosofía, lo que la mayoría entiende es sólo una doxa. Se dice que la filosofía es un método racional para encontrar la verdad y no faltan quienes opinan que la filosofía no sirve para nada. Suponemos que también la desacreditan las versiones pop de Aristóteles, Hegel o Kant. En la caverna de Platón el que se libera asume la actitud del filósofo, de alguna manera lo sacaron de la caverna y ante la perplejidad de lo que ve el prisionero comenzó a darse cuenta. No se dice que el que escapa se convierte en un erudito ni en un hombre intelectual, de ninguna manera, y ya verán que en verdad ese no es el sentido de ser filósofo sino el de ser alguien que se da cuenta.

El camino de la filosofía es una afectación como enseñaba Heidegger. Según la definición clásica, la filosofía escapa de los sentimientos porque es la encarnación del pensamiento racional, pero Heidegger se aleja de esta definición y explica que la filosofía está tan distante de lo puramente sentimiento y de lo puramente razón. Filosofía es preguntar y al preguntarnos ingresamos dentro de un ámbito filosófico que nos lleva a experimentar la vida de otra manera. Puede resultar paradojal pero solo se averigua qué es filosofía haciendo filosofía. Para saber qué es filosofía debemos retornar a aquella pregunta esencial: ¿Qué es? Para Heidegger preguntar sobre el “¿qué es?” de las cosas es ya hacer filosofía. ¿Qué es?, en griego: τί έστιν. El filósofo alemán indica que ese qué nos inicia en el camino de la filosofía. Por ejemplo, preguntamos ¿qué es eso de allá? Respondemos: es un árbol. Pero un árbol es algo lejano, es una idea de aquello que vemos y que se llama árbol. Así que continuamos ¿qué es un árbol? ¿Qué es una planta? y así vamos y nos acercamos cada vez más al τί έστιν griego. Es una forma de preguntar que desarrolló Sócrates y su descendencia filosófica. Les recomiendo leer ¿Qué es eso de filosofía? de Martin Heidegger si quieren profundizar en ello.

Aprender a preguntar puede cambiar por completo nuestras vidas. Nos preguntamos ¿qué es conocimiento? ¿Qué es opinión? ¿Qué es pensar? ¿Qué es creer? Y marchamos por un camino filosófico empedrado por las preguntas. Ya verán que la tarea de la verdadera filosofía no es dar respuestas a las preguntas, que es más bien la función del diccionario. Si bien surgen respuestas a su preguntar, esa no es su finalidad esencial, sino iniciarnos en un camino, en una aventura. La filosofía es ser afectado por ese recorrido. El preguntarnos ¿qué es? se parece a encender antorchas en ese camino de sombras.

Pero volvamos a nuestro tema, ¿qué es opinión y conocimiento? En la socialización, la educación, los comentarios que escuchamos de los demás, uno se va formando opiniones. La sociedad inocula imágenes, conceptos, que las personas a la larga irán repitiendo de forma irreflexiva. Quizá para algunos, todo este tema de las opiniones y el conocimiento les parezca obvio y para otros no tanto. En todo caso, el hecho de que uno siga las opiniones de otros sin ton ni son no deja de ser sorprendente. En esta época en especial, las personas recurren a lo fácil. Pensar es algo que requiere esfuerzo y esa es una de las razones por las que no se piensa. Se hace evidente la incapacidad de la gente para pensar por cuenta propia. Ante tanto estímulo, las personas viven extravertidas. Es decir, fuera de sí mismas, y para pensar es necesario ensimismarse, interiorizarse. La reflexión, el pensar, requiere meditación. Lo que me recuerda a un cuento de Nasrudín.

Una noche, el viejo derviche se encontraba dando vueltas debajo de una farola, entonces un vecino lo ve y se acerca. ¿Qué haces, Nasrudín? Estoy buscando mis llaves, responde. Entonces, el vecino le ayuda a buscarlas. Entre tanto, aparece una vecina y hace la misma pregunta, a lo cual el viejo derviche responde de la misma manera, y la vecina se queda para ayudar a buscar. Así aparece otro y otro vecino, y se quedan para ayudar a buscar las llaves. Luego de mucho buscar, uno de los vecinos, de los muchos que ya había, le pregunta a Nasrudín: ¿Estás seguro de haber perdido las llaves en este lugar? Y Nasrudín responde: No, las perdí cerca de mi casa. El vecino pregunta: ¿Por qué entonces las buscas aquí? Y Nasrudín responde: Porque aquí hay más luz y por mi casa está muy oscuro.

Este cuento sufí no sólo es gracioso, sino también ilustra muchas cosas como es característica de esa tradición, entre ellas, que no se investiga toda la realidad solo se ve superficialmente una parte y como no está fundamentado lleva a muchos equívocos. Además, que se buscan las cosas en lugares equivocados, solo porque es más cómodo. En el cuento, pese a todos los esfuerzos, teorías, explicaciones, en definitiva, (dóxai) opiniones, jamás habrían conocido la verdad si alguno de ellos no hubiera dudado sobre lo que estaban diciendo. Lo que nos recuerda a Descartes que decía que por lo menos una vez en la vida, un filósofo debía poner en duda todo lo que conoce.

Fíjense lo grave del problema, primero lo que significa sostenerse en un fundamento falso y segundo construir todo un edificio que uno considera sólido, pero está apoyado sobre falsos cimientos;, de pronto, ante cualquier desavenencia, el edificio se desploma. No se imaginan lo fácil que se puede caer en absurdos cuando uno se basa en un argumento falso. Bertrand Russell una vez dijo que si partimos de algo falso podemos demostrar cualquier cosa, por ejemplo, él demostró que era el mismísimo Papa. ¿Alguno conoce esa historia? El filósofo británico afirmó en un curso que si partimos de algo falso se podría demostrar lo que quisiera.

Entonces alguien preguntó, que ¿si 2+2=5 entonces Russell era el Papa? Y Russell respondió afirmativamente y para demostrarlo dijo: “Supongamos que 2+2=5. Entonces, restando 3 a ambos lados obtenemos que 1=2. Como el Papa y yo somos dos personas y 1=2, entonces el Papa y yo somos uno. Por tanto, yo soy el Papa”. No sé si ya habrán captado el truco. Espero que sí. Trick-or-treat, dulce o truco. Si lo captaron se habrán dado cuenta de que muchos charlatanes usan exactamente esa falacia, a modo de truco, para demostrar que tienen razón. Comienzan con una premisa verdadera o falsa según la intención, la mezclan con argumentos falsos o verdaderos que no corresponden, desde ahí haciendo un juego de términos y analogías demuestran lo que les plazca, creyendo demostrar que esa “supuesta verdad” está fundamentada en unas premisas lógicas contundentes. Siempre de razonamientos correctos se tendrán conclusiones correctas, pero basta que uno pierda un poco el hilo de la atención e incluya una incorrecta y poco a poco se desviarán a cualquier conclusión, por muy disparatado que parezca.

Les sugiero estudiar las falacias lógicas. "Falacia" proviene del latín y significa engaño. A modo de ejemplo, les hablaré de una muy utilizada conocida como "la falacia del hombre de paja" o del espantapájaros, que consiste en exagerar o ridiculizar al oponente, creando la ilusión de haberlo refutado. El mecanismo consiste en contradecir con un argumento que no está directamente relacionado con lo que se objeta. Por ejemplo:

A dice: "Soy creyente, creo en Dios."

B responde: "Yo soy ateo, porque no puedo creer en un ser imaginario inventado por los hombres que vive en las nubes y se dedica a hacer magia para crear el universo."

Otro ejemplo:

A dice: "No considero apropiado que los adolescentes vayan solos de vacaciones."

B responde: "Usted está en contra de la independencia de los adolescentes y prefiere mantenerlos encerrados en casa, privándolos de cualquier vida social y experiencia fuera del entorno familiar."

Además de exagerar la respuesta, no tienen relación con lo que se quiere refutar. Otra falacia muy conocida y utilizada por religiosos y políticos es el Argumentum ad hominem, que dice, por ejemplo: "Alguien que viste tan mal no puede tener la razón." Es decir, se busca un defecto en la persona para invalidar sus afirmaciones. Otra de las falacias muy recurrentes es el Argumento ex populo: "Si todo el mundo lo dice, es porque es verdad," como cuando todos decían que la tierra era plana, y por ese motivo, debía afirmarse que era verdad.

Pero vayamos precisando en esta problemática del conocimiento, hablemos ahora de la episteme. Si definimos correctamente lo que esto significa, podremos entender mejor la diferencia entre las opiniones y el conocimiento.

Las opiniones generalmente son subjetivas, tienen un valor personal, individual, son para uno, no son universales. Alguien puede decir que el auto de una amiga es muy bonito, otro dirá que es feo, alguien dado a la mística dirá que la ciencia no sirve y al contrario que los místicos sólo tienen alucinaciones; otros dirán que la naranja o la mandarina son deliciosas, no faltarán los que digan que son horribles y así con todo. En la jerga cotidiana, no rigurosa, en charlas de café a eso lo denominan “verdades”, así se escucha: “es su verdad”, “son sus verdades”, pero tales argumentos no pueden de ninguna manera elevarse a rango de verdad y ya veremos el porqué.

Estas “verdades” son solamente opiniones, subjetivas y particulares. En contraposición ustedes ya estarán intuyendo las características del conocimiento, por ejemplo, si digo dos más dos son cuatro, todos dirán que es así, tanto acá como en Finlandia, dos más dos son cuatro porque es comprobable para todos. Los patos son aves, la matemática es una ciencia exacta, hoy es domingo, ¿no es cierto? Eso es conocimiento. No depende de mí que así sean las cosas, ni de ustedes, es algo objetivo. Tampoco tiene que ver con que las cosas existan físicamente, no somos materialistas. El triángulo tiene tres lados, es algo que no se puede objetar, con un ángulo menos o uno más ya no sería triángulo; no depende de mis caprichos. Si decimos: “el triángulo tiene cuatro lados porque para mí así lo es y lo que digo debe respetarse”. Muy bien, se lo respeta, pero de ninguna manera se lo puede elevar a rango de verdad, esa es su opinión. En cambio, el conocimiento requiere un razonamiento correcto y un estudio serio.

Como lo indica la gnoseología, tenemos tres elementos que componen el acto de conocer algo:

• El sujeto: es toda persona que puede conocer, se refiere al sujeto cognoscente;

• Los objetos: son todas las cosas que pueden conocerse, el objeto cognitivo;

• Las representaciones: Son los reflejos o las imágenes de las cosas en la conciencia.

En el acto de conocer, el sujeto se pone en contacto con el objeto, y su conciencia configura una representación fiel de dicho objeto. Ahora bien, a esa representación se le puede dar una interpretación caprichosa o rigurosa. Al acto de deducir, sacar una consecuencia de algo, se denomina inferencia. A partir de un conjunto de argumentos, podemos inferir una conclusión. Si está lloviendo, lo afirmamos y damos noticia de ese evento, estamos transmitiendo un conocimiento, pero si decimos que está cayendo una terrible lluvia y que posiblemente se convierta en tempestad, es una opinión. Para otros, no necesariamente la lluvia será horrible, y tampoco podemos afirmar que se convertirá en tempestad si no tenemos los datos necesarios para hacerlo.

Ahora se entiende que puede haber inferencias incorrectas, o sea, deducciones erradas que se denominan sofismas y falacias. El problema no está en el sujeto ni en el objeto, tampoco en lo representado;, el problema se ubica en la inferencia, es decir, en el proceso del razonamiento, que puede ser válido o inválido.

Por lo tanto, el conocimiento:

Es objetivo: porque busca explicar las cosas tal como son sin verter opiniones que, por su naturaleza, no son fundamentadas.;

Es universal: porque es válido para todos;, por ejemplo, si digo que hoy es domingo, todos asentirán que es domingo. El teorema de Pitágoras es válido en todos los países del mundo.;

Es necesario: es decir, necesariamente debe ser verdadero, debe contener el juicio necesario, consiste

en saber que una cosa es así y no puede ser de otra manera, y no por capricho sino porque hay muchas pruebas o argumentos que lo validan. Además, siempre se cumple de la misma manera, lo que nos brinda certeza. Contamos con que el conocimiento nos entregue siempre los mismos resultados. Esto está ligado con uno de los principios fundamentales de la lógica. Por ejemplo, ¿cómo sabemos que algo no es verdad?, generalmente por su contradicción. No se puede decir, por ejemplo, que una manzana es una manzana y al mismo tiempo afirmar que es una pera. No pueden ser manzana y pera a la vez. Además, ninguna verdad puede ser contingente.;

Es verificable: por el mismo hecho de ser objetivo es verificable o fundamentado, sustentado en pruebas o evidencias.

Mi intención no es hacer un curso de filosofía, pero basta estudiar estos puntos para comprender los principios importantes y que cada uno lo estudie y les sirva de herramienta para un razonamiento correcto. Vean ustedes, dos mil años de filosofía no son para poco, algo se habrá aprendido en todo ese tiempo;, tampoco los seres humanos son tan tontos, aunque muchos opinen lo contrario. Alguien que no tenía nada de tonto era Aristóteles, que investigó los principios lógicos con los cuales podemos aprender a razonar. Recordemos a Heidegger que decía: la filosofía te enseña a pensar.

Así que ya tenemos una idea más clara de lo que son las opiniones y de lo que puede considerarse conocimiento. También vemos que el conocimiento requiere de pruebas, análisis, es decir, necesita de esa operación denominada pensar, para ello es imperioso conocer algunos puntos como son los principios de la lógica. No es para asustarse, puede hasta resultar emocionante, divertido, una especie de aventura que nos saque de las sombras de la caverna.

Los principios fundamentales de la lógica son cuatro:

Principio de identidad;

• Principio de no contradicción;

• Principio de tercero excluido;

• Principio de razón suficiente.

Para no complicarnos la vida, vamos a decir simplemente que el Principio de Identidad enuncia lo siguiente: 'todo objeto es idéntico a sí mismo'. Sencillo, ¿verdad? y "lógico". Una manzana tiene que ser idéntica a sí misma, ¡imagínense un mundo de manzanas que no parezcan manzanas sino peras! sería imposible, aunque posible en un mundo de sueños y… opiniones.

El segundo principio es el de No Contradicción y establece que 'una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo'. Si una cosa es una manzana, no puede dejar de serlo al mismo tiempo. La existencia de la manzana está condicionada a su identidad como tal; si dejara de ser una manzana, ya no sería lo que es. En otras palabras, si es una manzana, es porque no puede no serlo.

El tercer principio es el del Tercero Excluido que dice: 'cuando dos juicios se oponen, uno debe ser verdadero y el otro falso, excluyendo una tercera posibilidad que pueda establecer la verdad o falsedad de los dos anteriores'. Por ejemplo, si esto es 2 no puede ser 3, el tercero excluido diría algo así como 2 mezclado con 3, que se excluye porque no es posible esa mezcla y sería absurdo. Alguien dirá, pero es posible el 2.5. Así es matemáticamente, pero 2.5 no es ni 2 ni 3.

Hagámoslo más coloquial, si decimos esto es leche y esto manzana, tenemos dos entidades muy diferenciadas. Aunque aparezca el listillo que diga: "pero se puede mezclar y crear jugo de manzana". Eso es correcto, pero lo que no es correcto es pensar que el jugo de manzana sigue siendo leche y, por otro lado, manzana, stricto sensu ya no es leche ni manzana. Si estamos hablando del juicio entre 2 y 3 no podemos meter arbitrariamente un argumento reconciliador sin fundamento. Con las cosas físicas tanto peor. Imagínense: mitad elefante, mitad gallina. Alguien dirá que es una alegoría, pues eso es correcto, es una alegoría, pero no es ni elefante ni gallina. No hay que confundir el elemento conciliador como la adición de ambos porque, stricto sensu, no es ni lo uno ni lo otro, por tanto, se lo excluye. ¿Ven que estos tres principios básicamente refutan las falacias de las que hablamos? El tercero excluido invalida el argumento del hombre de paja, por ejemplo.

El cuarto principio, el Principio de Razón Suficiente, no lo acuñó Aristóteles sino Leibniz y dice lo siguiente: 'Todo objeto debe tener una razón suficiente' o 'Toda cosa debe tener una causa que explique en forma suficiente su existencia' o también 'Todo pensamiento debe encontrar un principio en el que su validez se apoye suficientemente'.

Esto en cuanto a los principios fundamentales. ¿Qué les parece? Son los principios más importantes del razonamiento.

Ahora veamos este tema del conocimiento desde otra perspectiva. Entre las fuentes del conocimiento tenemos las sensoriales (sentidos) y las racionales (intelectivas). ¿Un ejemplo de conocimiento sensorial? La mesa. Es rectangular, color café claro, tiene unas copas de elixires deliciosos, manjares de la India, etc. ¿Para tener ese conocimiento tuvieron que pensar? No, es evidente, es un conocimiento que se alcanza con los sentidos y no necesariamente participa el razonamiento. Simplemente pueden tocar lo que dicen y comprobarlo, este es el camino del empirismo ingenuo. Por otro lado ¿podemos dar un ejemplo de conocimiento racional? Las ecuaciones matemáticas. ¿Pueden agarrar los números, olerlos, saborearlos? No, claro que no, a no ser que sufran de sinestesia. Sin embargo, no dudamos de la veracidad de los cálculos matemáticos.

Como ven, hay varios puntos de vista para acercarse al conocimiento.

Otro criterio para distinguir el conocimiento es según como lo aprehendemos: de forma inmediata o mediata. A partir de lo cual se deduce el conocimiento intuitivo y discursivo. Decimos que es intuitivo porque se obtiene de manera rápida o inmediata. Por ejemplo, lo que dijimos del conocimiento de los sentidos, es inmediato. Al contrario, un conocimiento discursivo necesita una investigación, se conoce a través de medios, es un conocimiento indirecto o mediato, un ejemplo: ¿cómo saber si tenemos diabetes?, necesitamos investigar dolencias, realizar análisis clínicos, etc.

Los empiristas en su momento defendieron la idea que no podía haber conocimiento sin experiencia (física). Así que, según ellos, los seres humanos llegaban al mundo como una tabula rasa, y mediante las experiencias conocíamos el mundo. Hasta que llegó Kant y se pregunta si no habrá condiciones previas para que pueda darse el fenómeno de la experiencia. A partir de sus investigaciones se distinguieron los conocimientos que se basan en la experiencia (a posteriori) y los que no se basan en la experiencia (a priori). Veamos de qué se trata todo esto.

Los conocimientos son:

A priori: Cuando el conocimiento se basa en la razón sin intervención de los sentidos o la experiencia, es racional, ejemplo: el triángulo tiene tres ángulos;

A posteriori: Se basa en la experiencia, con intervención de los sentidos (registros corporales).

Un ejemplo clásico, si decimos: No todo hombre casado es feliz. Sería un conocimiento a posteriori, ¿por qué? Porque para decirlo necesitamos comprobación, estadísticas, sondeos, encuestas, se necesita experiencia para concluir con esa afirmación. Pero si digo todo hombre casado no es soltero, sería un conocimiento a priori, porque no requiere verificación, es evidente.

Veamos a qué conclusiones podemos llegar con todo esto.

Si lo recuerdan, les dije que pondría ejemplos etimológicos con una intención. Seguramente notaron lo fácil que es usar palabras sin saber su origen y en la mayoría de los casos sin conocer su significado inequívoco. Intentaba mostrar lo que se mueve en el campo de las creencias y opiniones y, a diferencia, lo que se encuentra en el campo del conocimiento.

Por ejemplo, supongamos que cuando fuimos niños alguien nos dijo que ortodoxia era el nombre de una iglesia rusa. Seguramente podríamos haber vivido toda una vida y hasta discutido con alguien con la intención de demostrarle que nosotros sabíamos lo que significaba ortodoxia.

Ahora nos enteramos de que el significado de esa palabra se refería a una cualidad diferente, conociendo su etimología nos dimos cuenta de que el significado de ortodoxia era otro. El concepto que teníamos estaba sustentado en el campo de las creencias y lo que decíamos eran opiniones, ahora sabemos lo que es ortodoxia y eso se encuentra en nuestro campo del conocimiento.

Hoy en día, que hay un decaimiento ostensible de la lectura, donde cada vez hay menos programas culturales, donde las personas creen salir de la duda viendo un vídeo de YouTube sin siquiera comprobar la veracidad de lo que se dice, no es difícil aceptar que lo que más se intercambia entre la mayoría de las personas sean opiniones. Lo hubo siempre, por supuesto, pero ahora en demasía. Facebook es un caldo de intercambio de opiniones. Se comparten frases con fotos y firmas de autores que jamás las dijeron y se las comparte sin ton ni son, sin siquiera investigar la autenticidad de dicha frase.

Para darles una idea: circulan frases del tipo de autoayuda cuya autoría se le atribuye a Buda, por ejemplo: "Todo lo que te molesta de otros seres es solo una proyección de lo que no has resuelto en ti mismo". Pero todo aquel que haya leído el canon Pali se dará cuenta de inmediato de que Siddharta Gautama jamás hubiera dicho algo similar. Primero, porque los términos que utiliza son modernos, y segundo, porque la doctrina de Buda dista mucho de esos conceptos. ¿No les parece que el uso del término "¡Proyección!" suena a un término de la psicología moderna?

Hay otra muy conocida que supuestamente dijo Buda, y dice más o menos así: "El verdadero amor es aquí y ahora". Otra similar es: "El pasado es historia, el futuro es incierto, pero el hoy es un obsequio; el verdadero amor es aquí y ahora". También está: "No te detengas en el pasado, no sueñes con el futuro, concentra la mente en el presente". Lo sorprendente es que no existe una cita históricamente verificable en la que Buda hable de vivir el presente como la base de su doctrina. Probablemente, las citas que les comento sean paráfrasis del versículo 348 de El Dhammapada que dice: "Abandona los recuerdos de tu pasado. Abandona las preocupaciones sobre el futuro. Abandona los pensamientos sobre el presente. Cruza hacia la Otra Orilla, con tu mente libre de todo deseo. De este modo, ya no volverás a este mundo de nacimiento y muerte".

Las frases anteriores distorsionan el mensaje del Dhammapada. Buda sostiene que incluso es necesario liberarse del presente, lo cual difiere significativamente de lo que se ha difundido hasta ahora sobre el "presente budista", tan repetido hasta el cansancio por Eckhart Tolle.

¿Por qué resulta más sencillo adoptar opiniones ajenas en lugar de analizar, estudiar o investigar por nosotros mismos? Una de las razones es que creer no demanda esfuerzo; es más cómodo aceptar algo que nos parece verdadero en lugar de cuestionarlo. Basta con aceptar y recibir pasivamente alguna frase atractiva para repetirla como si poseyéramos una fórmula mágica para impresionar a los demás, aunque en la mayoría de los casos, obtenga el mismo resultado que con nosotros. En cambio, el pensamiento, aunque no lo parezca, es más humilde y menos espectacular; requiere soledad, esfuerzo, dedicación e incluso tiempo. Una vez logrado, una vez que hemos iluminado nuestra espantosa oscuridad, aunque sea por unos segundos, verán que es muy difícil transmitirlo.

La opinión no es una cuestión pensante, y si se considera que la opinión piensa, entonces piensa mal. La opinión por su mismo significado se refiere a un decir no pensado, no objetivo, es una simple repetición de cosas que escuchamos y que creímos ciertas sin haberlas puesto en duda, sin haberlas investigado.

Se debe considerar que el pensar se desarrolla como una disciplina o un oficio, requiere de un estudio, constancia, práctica, etc. En el mundo fáctico es relativamente fácil darnos cuenta que se cometen errores porque las evidencias saltan a la vista. Por ejemplo, si estoy aprendiendo a manejar bicicleta, puedo caerme en los intentos, lo que me demuestra que todavía no sé dominarla. Pero cuando vertemos una opinión, el errar no es tan evidente y requiere cierto esfuerzo intelectivo y algunos conocimientos para darnos cuenta del error.

En una conversación que escuché hace tiempo se dijo que es importante tener experiencias sobre algunas cosas para conocerlas, lo cual es correcto, pero luego el interlocutor continuó que lo único importante era la experiencia, y que lo demás sólo sería algo intelectual y lo intelectual era una pérdida de tiempo, palabrería absurda, etc. De igual manera se dice: no se necesita un dato intelectual para tener la experiencia y, como he tenido la experiencia, puedo hablar de ello; pero el que solamente tiene el dato intelectual no es lícito que lo haga. ¿Se dan cuenta que estas afirmaciones son falacias? En el primer caso es un error decir que sólo existe un conocimiento empírico, es decir que sólo tenemos conocimiento por lo que experimentamos y por lo que nos muestran nuestros sentidos. Pero las matemáticas no son algo que experimentemos con nuestros sentidos y sin embargo nos ofrecen conocimiento objetivo.

El triángulo equilátero es aquel que tiene los tres lados iguales, pero es un triángulo que no se ve en la naturaleza y, sin embargo, por deducciones intelectuales, racionales, se admite que existe un triángulo equilátero y no sólo eso, sino que podemos hacer análisis y experimentos con ello dando resultados previsibles en el mundo fáctico. Por eso, a decir verdad, existe un conocimiento empírico, pero también existe un conocimiento racional.

Esa antigua lucha entre empiristas e idealistas ya fue superada comenzando el siglo XX, pero parece que muchas personas todavía se encuentran estancadas en creencias medievales. Además, se hace una suposición errada al argüir que un intelectual sólo tenga datos intelectuales y no haya experimentado algo. Con esa suposición que nace errada y es particular se quiere llegar a una afirmación universal. Quizá hayan conocido a algunos intelectuales que se llenan datos en la cabeza y se dedican a realizar puras teorías, pero no significa que todos los hombres con ciertos estudios hagan lo mismo. Aprovechando el ejemplo, una de las leyes de la lógica indica que no se puede deducir premisas universales de premisas particulares.

Con respecto al conocimiento empírico y racional, Aristóteles en el libro primero de Metafísica aborda esta cuestión y dice algo muy ilustrativo:

“En efecto, los hombres de experiencia saben bien que tal cosa existe, pero no saben por qué existe; los hombres de arte, por lo contrario, conocen el porqué y la causa. Y así afirmamos verdaderamente que los directores de obras, cualquiera que sea el trabajo de que se trate, tienen más derecho a nuestro respeto que los simples operarios; tienen más conocimiento y son más sabios, porque saben las causas de lo que se hace; mientras que los operarios se parecen a esos seres inanimados que obran, pero sin conciencia de su acción, como el fuego, por ejemplo, que quema sin saberlo”.

Hace un par de años alguien que tenía un criterio negativo al estudio y a los libros, me dijo que la lógica era nefasta y tonta (ya adivinarán que era un empirista), y que él podía demostrar que con la lógica se llegaban a resultados absurdos como por ejemplo que los vagos pueden volverse millonarios.

Entonces dijo lo siguiente a manera de mofa:

Los que trabajan no tienen tiempo para nada.

Los vagos tienen todo el tiempo del mundo.

El tiempo es dinero.

Por tanto, los vagos tienen más dinero que los que trabajan.

No tardé en explicarle que, lo que acababa de hacer, no era un razonamiento lógico sino todo lo contrario. La lógica enseña y ataca enunciados del tipo que él hizo y se denominan sofismas. Después de todo, de seguro su empeño, al igual que el de otros, es que: la “verdad” no es lo que importa… sino lo que importa es ¡tener razón!

Los sofismas son argumentos en apariencia lógicos que son utilizados con mala intención para confundir y así demostrar algo falso. Hay también argumentos racionalmente incorrectos que no son enunciados con mala intención, pero yerran por carecer de un razonamiento correcto y son llamados paralogismos. Las falacias que ya vimos se diferencian de los silogismos porque son proposiciones con una parte argumental verdadera que se usan para justificar argumentos o juicios que no son justificables.

¿Y cómo se estructura un argumento sólido? En lógica, una forma de razonamiento deductivo se llama silogismo. Consta de tres premisas: la mayor, la menor y la conclusión. Veamos el ejemplo clásico:

1. Todos los hombres son mortales. (Premisa mayor, universal y verdadera);

2. Juan es un hombre. (Premisa menor y verdadera);

3. Por consiguiente, Juan es mortal. (Conclusión verdadera).

Ahora veremos que con la misma forma del silogismo, si las premisas son inválidas, la conclusión será falsa.

1. Todos los hombres son inteligentes. (Premisa mayor, en apariencia universal pero falsa);

2. Todos los seres inteligentes son felices. (Otra premisa mayor, cuando en este punto debería estar en una premisa menor y, además, en este caso es falsa);

3. Todos los hombres son felices. (Conclusión inválida).

Vean ustedes que la forma del silogismo necesita de premisas válidas para resultados válidos. Aclaremos mejor este punto viendo las reglas que debe cumplir todo silogismo.

• Un silogismo siempre debe tener tres premisas;

• La premisa mayor siempre debe ser universal;

• De premisas particulares no se infiere una conclusión verdadera;

• La premisa particular o menor no puede ser parte de la conclusión;

• De premisas negativas no se obtiene una conclusión afirmativa;

• Una conclusión negativa no puede obtenerse de premisas afirmativas;

• Las premisas deben tener términos comunes;

• La conclusión sigue siempre a la parte más débil, entiéndase a la premisa menor;

• La conclusión no puede versar sobre asuntos no contenidos en las premisas;

• La conclusión debe tener la misma extensión que las primeras dos premisas.

A todo esto, se lo conoce como el rigor del pensar.


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